lunes, 4 de diciembre de 2017

Domingo Faustino Sarmiento

                                                                                                           
 Domingo Faustino Sarmiento
Retratado por su nieta Eugenia Belín
Museo Histórico Sarmiento, Buenos Aires


INTRODUCCIÓN
Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), político, pedagogo y escritor argentino, presidente de la República (1868-1874), una de las personalidades sudamericanas más ilustres del siglo XIX, cuya presidencia sirvió para asentar los cimientos de la construcción de la Argentina contemporánea.


EXILIO CHILENO
Nacido el 15 de febrero de 1811 en San Juan (región de Cuyo y actual capital de la provincia de San Juan) era hijo de un soldado que combatiría a las órdenes del general José de San Martín. Tuvo una formación fundamentalmente autodidacta, pues académicamente no pasó de la enseñanza primaria. Subteniente desde 1828, en la Guerra Civil que asoló a las Provincias Unidas del Río de la Plata combatió en el bando liberal. En 1831, durante el primer gobierno bonaerense ejercido por Juan Manuel de Rosas, marchó exiliado a Chile, donde trabajó como capataz en una mina y como profesor.
Regresó enfermo en 1836 a su ciudad natal y continuó ejerciendo la enseñanza hasta que en 1840, tras ser hecho preso a causa de su oposición a la dictadura de Rosas, se exilió de nuevo en Chile, para fijar su residencia un año más tarde en Santiago. En esa ciudad inició su labor periodística. En 1842 fundó El Progreso y fue nombrado primer director de la Escuela Nacional de Preceptores. En 1843 apareció su obra titulada Mi defensa, presentó su Memoria sobre ortografía americana (publicada años más tarde) y un año después se publicó La conciencia de un niño. Desde el 2 de mayo de 1845 comenzó a aparecer en El Progreso su Facundo, civilización y barbarie, un apasionado ataque contra el régimen de Rosas, a la vez que ensayo sociológico novelado, que se ha convertido en un clásico de la literatura argentina e hispanoamericana en general y de la creación literaria del romanticismo.
El gobierno chileno le envió en octubre de ese año a Europa, al norte de África y a Norteamérica para estudiar sus sistemas educativos y la aplicación del colonialismo occidental, periplo del que resultaría años después la publicación de su obra Viajes por Europa, África y América, 1845-1847. Tras permanecer en Uruguay y Brasil llegó en mayo de 1846 a Francia, desde donde viajó a Argelia, Italia y otros países europeos, Estados Unidos y Canadá antes de regresar a Chile en febrero de 1848.


PRESIDENTE ARGENTINO
Tres años después se unió a Justo José de Urquiza en su lucha contra Rosas y en febrero de 1852 participó en la batalla de Caseros que supuso la definitiva caída del dictador bonaerense. En 1855 regresó a su país y se instaló en la ciudad de Buenos Aires, donde ejerció como redactor jefe del diario El Nacional y como profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Nacional. Concejal y senador de Buenos Aires, en 1859 participó en la Convención Constituyente que en 1860 reformó la Constitución de 1853 para declarar a la provincia de Buenos Aires parte integrante de la Confederación Argentina. Desde 1862 hasta 1864 fue gobernador de la provincia de San Juan.
Ministro plenipotenciario argentino en Estados Unidos desde 1865 hasta 1868, regresó a Buenos Aires en agosto de ese año y tras vencer a Bartolomé Mitre fue elegido presidente de la República, cargo que comenzó a desempeñar el 12 de octubre siguiente. Su administración fue enérgica y progresista, extendió el comercio, mejoró el transporte, favoreció la inmigración, codificó el Derecho civil y fomentó la enseñanza como medio indispensable de lograr el desarrollo del país. Todo ello tuvo lugar al tiempo que debía enfrentarse a los problemas relacionados con el asesinato de Urquiza en 1870 y con la rebelión de Ricardo López Jordán en Entre Ríos desde 1870 hasta 1873. El 12 de octubre de 1874 finalizó su mandato y fue sucedido por Nicolás Avellaneda, que había sido ministro suyo.
Elegido senador en 1875, y nombrado director general de Escuelas de la provincia de Buenos Aires ese mismo año, reorganizó el sistema escolar. En 1879 se convirtió en ministro del Interior del gabinete presidido por Avellaneda, cargo que ejerció durante sólo un mes. Dedicado fundamentalmente a la labor periodística, entre sus últimos escritos destacan Conflictos y armonías de las razas en América (1883) y La vida de Dominguito (una biografía de su hijastro que apareció en 1886), así como numerosos ensayos dedicados a la educación. Falleció el 11 de septiembre de 1888 en la ciudad paraguaya de Asunción, a donde se había dirigido con el objeto de preparar un proyecto educativo para ese país, y fue enterrado en Buenos Aires.




                                           

Sarmiento durante su juventud 

Fuente del Texto: Enciclopedia Microsoft ® Encarta ® 2009. © 1993--2008 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

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Más datos sobre Domingo Faustino Sarmiento en la Enciclopedia Wikipedia:


Iconografía y Fotografía de Domingo Faustino Sarmiento 
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Principales Frases de Domingo Faustino Sarmiento
https://es.wikiquote.org/wiki/Domingo_Faustino_Sarmiento

Documentos de Domingo Faustino Sarmiento
https://es.wikisource.org/wiki/Autor:Domingo_Faustino_Sarmiento

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Biografía Masónica 




Domingo F. Sarmiento


Para la Masonería Argentina, el 11 de setiembre de cada año es una fecha singular. Recuerda el fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, Presidente de la Nación entre 1868 y 1874,  insigne masón que fue electo Gran Maestre de nuestra Institución en 1882.  Por encima de esas y otras circunstancias de su rica biografía, Domingo Faustino Sarmiento fue el “padre del aula”, el visionario de la educación argentina que la organizó y le dio sentido, que elaboró un proyecto destinado a varias generaciones, a la inclusión de los inmigrantes y a la igualdad de oportunidades.

Sarmiento acertó y se equivocó, pero su claridad acerca del rol que desempeña la educación en un proyecto de nación  lo distingue de aquellos dirigentes que a lo largo de nuestra historia no incluyeron a la educación entre las más valiosas  prioridades del Estado.
La Masonería Argentina observa con preocupación el estado de nuestra educación porque por primera vez en varias décadas cuenta con un financiamiento adecuado, se le aplica el equivalente al 6,5% del Producto Bruto Interno, pero los resultados no son alentadores.  
Sin ánimo de profundizar, podemos coincidir con los especialistas que ya reclaman más de ciento ochenta días anuales de clase de cuatro horas cada uno. La UNESCO ha dicho que una buena educación requiere mil horas por año con el consecuente incremento de establecimientos que desarrollen actividad en jornada extendida (doble escolaridad).
La escuela común, laica y obligatoria cede paulatinamente su lugar a la educación de gestión privada, según las estadísticas solo culmina el ciclo secundario uno de cada tres alumnos, pese a que acertadamente se ha establecido que la educación media es obligatoria.
Para tener estudiantes universitarios entrenados en las difíciles faenas del estudio, tal vez sea necesaria la instauración de un examen de graduación al término del ciclo secundario, como existe en Francia, Italia, Brasil y Chile entre países de diverso rango internacional. En idéntico orden, debería analizarse el estatuto profesional de los docentes para establecer si pese a su extenso período de aplicación aún está en condiciones de prestar buenos servicios, o necesita adecuaciones relacionadas, entre otros aspectos, con la explosión científica y tecnológica de los últimos años. En nuestro país, solo un estudiante entre dieciocho alcanza el título de grado universitario y cada cien que  concluyen sus estudios de abogacía solo cuarenta se reciben de ingenieros.
El mundo globalizado, más allá de consideraciones acerca de su justicia o injusticia, aporta crecientes desafíos. Nuestro capital humano es el futuro del país, es un tema estratégico de Estado que deberemos resolver entre todos. Es imprescindible en primera instancia que reconozcamos la existencia del problema educativo y lo asumamos con una auténtica prioridad. Resulta desalentador que en las encuestas y sondeos de opinión, la educación no aparezca como la prioridad central de la sociedad argentina.
Más que recordar burocráticamente a Sarmiento, debemos proponernos seguir su ejemplo, él ya hizo lo suyo. 124 años después, los argentinos debemos hacernos  cargo de la nueva realidad más allá de nuestras banderías políticas o ideológicas, con la mirada puesta en el futuro y alejada por igual de los dogmatismos y los fanatismos.
Recordemos a Domingo Faustino Sarmiento y hagamos la tarea que nos demanda el futuro. Este insigne hermano masón  iniciado en la Logia Unión Fraternal de Valparaíso, Chile, el 31 de julio de 1854, poco tiempo después fue  uno de los fundadores de la Logia Unión del Plata Nº 1 de la que fue su primer Orador (representante de la ley masónica). El 18 de abril de 1882 se afilió a la Respetable Logia Obediencia a la ley Nº 13, Previamente, en 1860, había recibido el Grado 33, máximo de la organización masónica, junto a Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre, Santiago Derqui y Juan Andrés Gelly y Obes. El 12 de mayo de 1882 asumió como Gran Maestre de la Masonería Argentina, en fórmula electoral con Leandro N. Alem.
La Masonería Argentina quiere que esta fecha de recordación constituya el llamado que todos estamos esperando. Una vez más, Domingo Faustino Sarmiento asume como orientador en medio de la confusión, nos señala que la educación nos hará libres, fraternos e iguales.
Fuente del Texto: Web Oficial de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones                                    http://www.masoneria-argentina.org.ar 
Paredes Juan