viernes, 1 de septiembre de 2017

Literatura Argentina

LITERATURA ARGENTINA

INTRODUCCIÓN

Literatura argentina, recorrido histórico a través de las obras literarias (narrativa, poesía, ensayo) escritas en la República Argentina.

El nombre mismo del país tiene un origen literario, muy anterior a la existencia de la nación y el Estado. En 1602 apareció un poema descriptivo, La Argentina, de Martín del Barco Centenera (1535-1602), que creó el latinismo equivalente a Río de la Plata y cuyo contenido invoca la vida en las Indias meridionales. La palabra es retomada en 1612 en Argentina manuscrita, crónica en prosa de Ruy Díaz de Guzmán.


"La Argentina y Conquista del Río de la Plata: con otros acaecimientos de los reynos del Perú, Tucumán, y estado del Brasil", por don Martín del Barco Centenera.

Links de textos originales de 1602 y 1730 (para copiar y pegar):

Google Books (1602): https://books.google.com.ar/books?id=aAEBAAAAMAAJ&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

Biblioteca Digital Trapalanda (1730): http://trapalanda.bn.gov.ar/jspui/handle/123456789/2813


"Historia argentina del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata", por Ruy Díaz de Guzmán.

Link con un texto en la Biblioteca Digital Cervantes Virtual:

http://www.cervantesvirtual.com/obra/historia-argentina-del-descubrimiento-poblacion-y-conquista-de-las-provincias-del-rio-de-la-plata--0/


PERIODO COLONIAL

En el siglo XVII, el barroco rioplatense es pobre si se lo compara con otros del continente (véase Literatura mexicana; Literatura peruana). El primer poeta memorable es Luis José de Tejeda, autor de Coronas líricas y El peregrino en Babilonia, poesía tejedana principal. Domingo de Neyra (1684-1757) nos dejó los primeros esbozos de historia. Otros naturalistas y geógrafos continuaron esa primera tarea historiográfica: Pedro Lozano, José Guevara, Félix de Azara, viajeros jesuitas y, ya en los albores de la independencia, el primer historiador formal del país, Gregorio Funes. La imprenta y el periodismo llegaron con la Ilustración, en el siglo XVIII, cuando con las reformas de Carlos III se fundó el virreinato del Río de la Plata en 1776.

LA INDEPENDENCIA

Como en el resto de América, la emancipación fue muy celebrada por la pluma, pero siempre bajo la paradójica dependencia del clasicismo español. Así se observa en los versos de Vicente López y Planes (autor de la Marcha patriótica, himno nacional argentino), Esteban de Luca, fray Cayetano Rodríguez y Juan Cruz Varela (1794-1839), figura mayor de la tendencia y autor de una rica obra, con títulos como La Elvira o su célebre poema Al 25 de mayo de 1838. El teatro, iniciado en 1717 con una Loa de Antonio Fuentes del Arco, consiguió en 1817 abrir una Sociedad del Buen Gusto destinada a combatir las ‘malas costumbres’ del barroco e imponer el racionalismo (véase Leandro Fernández de Moratín). En los escritos y traducciones de José Antonio Miralla (1789-1825) se advierte una evolución hacia el romanticismo. En el plano de las ideas, la escolástica dio paso a los planteamientos de la fisiocracia que introdujo el militar y político independentista Manuel Belgrano y a las ideas de Jean-Jacques Rousseau, traducido por el político Mariano Moreno. Véase también Literatura independentista y patriótica.

En rigor, puede afirmarse que no hay una auténtica literatura argentina hasta la generación del 37. La huella romántica, iniciada por Esteban Echeverría, se prolongó en las obras de poetas como Olegario Víctor Andrade, Almafuerte y Claudio Mamerto Cuenca, y el neoclasicismo hasta Carlos Guido y Spano. Paralelamente a esa generación, se desarrolla la literatura y poesía gauchesca, en la que la figura del gaucho se va introduciendo en el mundo de las letras cultas rioplatenses, y cuya figura principal será José Hernández y su gran poema El gaucho Martín Fierro. Otros de sus representantes son: Bartolomé Hidalgo, Rafael Obligado, Hilario Ascasubi y Estanislao del Campo.

José Mármol, en tanto, es considerado el primer novelista de relevancia de Argentina, a partir de la publicación, en 1855, de la novela política Amalia.

FIN DE SIGLO Y MODERNISMO

La organización nacional que empezó con la Constitución de 1853 y culminó en 1880 con la federalización de la ciudad de Buenos Aires, trajo consigo un largo periodo de modernización, desarrollo, poblamiento y riqueza. Los escritores de la llamada generación del 80 practican una literatura cosmopolita, de crónica elegante y amable, a medias entre la historia y la narrativa, inclinándose por la prosa; destacan: Lucio Vicente López, Miguel Cané, Eduardo Wilde y Lucio V. Mansilla. Es muy importante la tarea de orientación intelectual que cumplió el francés Paul Groussac. En la novela, Eugenio Cambacérès introdujo el naturalismo, inspirado en las ideas del escritor francés Émile Zola, en la filosofía del positivismo y la teoría de la evolución. La narrativa realista se afianzó en la obra de Carlos María Ocantos, Francisco Sicardi, Paul Groussac, Julián Martel y, más tarde, con Roberto J. Payró, Benito Lynch y Manuel Gálvez.

En 1893 se instaló en Buenos Aires Rubén Darío, fundador del modernismo, el cual halló en la Argentina a su principal seguidor, Leopoldo Lugones. En torno a ellos se reunieron modernistas de diverso origen, como Ricardo Jaimes Freyre, Eugenio Díaz Romero, Leopoldo Díaz y Luis Berisso. La prosa modernista se manifestó en las novelas de Enrique Larreta, Ángel de Estrada y los comienzos del uruguayo Horacio Quiroga, afincado en Argentina, en caso similar al de su paisano Florencio Sánchez, primer nombre relevante del teatro nacional.

Las ideas filosóficas fueron dejando atrás el positivismo y asumiendo el espiritualismo, el idealismo y el vitalismo en los trabajos y enseñanzas de Alejandro Korn y Coriolano Alberini.

Tras la eclosión modernista, la poesía se desprendió de su gusto por lo decorativo y fastuoso, y recuperó un cierto romanticismo intimista en autores como Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Rafael Alberto Arrieta, Baldomero Fernández Moreno y Pedro Miguel Obligado, contemporáneos de la peculiar figura de Alfonsina Storni.

LAS VANGUARDIAS

El mundo de las vanguardias se introduce en Argentina a través de la obra precursora de Lugones, los poemas primerizos de Ricardo Güiraldes (El cencerro de cristal), el curioso ejemplo de Macedonio Fernández, y de los movimientos creacionista y ultraísta, representados sobre todo por el autor chileno Vicente Huidobro. Eclosiona con los trabajos de Oliverio Girondo, a partir de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, y las revistas de los jóvenes de la década de 1920, Prisma, Proa, Inicial y Martín Fierro. Luego derivan hacia preocupaciones estéticas (Jorge Luis Borges, Eduardo González Lanuza, Horacio Rega Molina, Evar Méndez, Conrado Nalé Roxlo, Norah Lange, Ricardo Molinari, Carlos Mastronardi) y sociales, de signo político revolucionario (Roberto Arlt, Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta). En lugares de difícil clasificación y marcada individualidad figuran nombres como Jacobo Fijman, Juan L. Ortiz y Antonio Porchia.

Tras el estallido vanguardista de la década de 1920, sobrevino un momento de moderación neoclásica, en el cual alcanza el protagonismo la prosa narrativa y ensayística, en la obra del mismo Borges, Eduardo Mallea, Ezequiel Martínez Estrada, Bernardo Canal Feijoo, Leopoldo Marechal y otros autores que se incorporan al quehacer literario argentino: Adolfo Bioy Casares, Manuel Mujica Láinez, Silvina Bullrich, Bernardo Kordon, Bernardo Verbitzky, José Bianco, Rodolfo Walsh y Julio Cortázar. La influencia del pensamiento existencial se notará especialmente en el trabajo del narrador y ensayista Ernesto Sábato.

En el teatro, la obra señera de Samuel Eichelbaum destaca por su incursión en la psicología del inconsciente, mientras que otros autores, como Armando Discépolo y Francisco Defilippis Novoa renuevan la herencia del sainete costumbrista compartida por numerosos autores, entre los que destacan Carlos Mauricio Pacheco y Alberto Vaccarezza.

En ese periodo cabe subrayar la aparición de la revista Sur (1931), fundada y dirigida durante 40 años por Victoria Ocampo, que dio lugar a buena parte de la producción argentina y actualizó el conocimiento de la literatura europea y norteamericana.

LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

Tras la década de 1920 no se registraron movimientos orgánicos de marcada identidad como las vanguardias ultraísta y creacionista, aunque se hicieron notar las influencias de movimientos europeos como el futurismo italiano y el surrealismo francés. En la poesía es visible esta huella en las obras de los escritores que aparecen en la década de 1940, como Enrique Molina, Alberto Girri y Olga Orozco, seguidos por Francisco Madariaga y Carlos Latorre, entre otros. Un decantado neorromanticismo sobresale en la década de 1950 en Raúl Gustavo Aguirre y demás integrantes de la revista Poesía Buenos Aires. La década de 1960 recogió la influencia de César Vallejo, en una poesía de cuño realista y coloquial, entre cuyos cultivadores cuentan Juan Gelman, Horacio Salas, Leónidas Lamborghini, Fernando Lorenzo y Juana Bignozzi, entre otros. En cambio, Alejandra Pizarnik y Roberto Juarroz se inclinan por una poesía de tipo intelectual y reflexivo. Arturo Carrera representa, sobre todo en sus primeros libros, la afirmación del neobarroco en poesía, ligado sin duda a experiencias como la del escritor cubano Severo Sarduy.

A mediados de la década de 1950 hubo además una nueva promoción de prosistas, entre el ensayo y la narrativa, marcada por la doble preocupación de la filosofía existencialista, en algunos casos enriquecida por el marxismo, y una revisión del realismo social y político. De las publicaciones coetáneas, marcó un hito importante la revista Contorno. Recogiendo las huellas del historicismo (en los ensayos de Ezequiel Martínez Estrada, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Carlos Astrada y el citado Mallea), debe destacarse la obra de ensayistas como Juan José Sebreli, Julio Mafud, Adolfo Prieto y Noé Jitrik. Entre los narradores, figuran Beatriz Guido, Antonio di Benedetto, Juan José Manauta, Andrés Rivera, David Viñas y Alberto Rodríguez.

En el teatro, la diversidad de tendencias señala el curso del absurdo (Griselda Gambaro), la revisión del sainete costumbrista, la farsa de caracteres y el grotesco (Tulio Carella, Juan Carlos Ghiano, Agustín Cuzzani) y una actualización del realismo social y político (Carlos Gorostiza, Eduardo Pavlovsky, Oswaldo Dragún, Roberto Cossa, Carlos Somigliana, Ricardo Talesnik).

En la narrativa de las últimas décadas se registran distintas tendencias, que no pueden ser agrupadas sino parcialmente. El realismo mágico de la novela latinoamericana se refleja en la obra de Hugo Foguet y Héctor Tizón, en tanto que el arte camp que critica el discurso de los medios masivos se muestra en las novelas de Manuel Puig. La crítica social retorna en diversas aproximaciones actualizadas de los recursos realistas, en narradores como Isidoro Blaisten, Daniel Moyano, Juan José Hernández, Abelardo Castillo, Alicia Steinberg, Amalia Jamilis, Liliana Heker, Enrique Medina, Juan Carlos Martini, Rodolfo Rabanal, Héctor Lastra y Jorge Asís. Dentro de esta línea, adquiere especial relevancia la obra de Osvaldo Soriano, autor de gran repercusión editorial. La reflexión sobre el acto de narrar predomina, en cambio, en obras como las de Juan José Saer y Ricardo Piglia.

En las promociones más recientes, el énfasis en lo ficcional de la ficción se encuentra en la prosa de narradores como Guillermo Martínez, Osvaldo Lamborghini, Martín Caparrós, María Negroni (más conocida por su obra poética), Ricardo Ibarlucía, Rodrigo Fresán, Guillermo Saccomanno, Gustavo Nielsen, Marcelo Birmajer, Alan Pauls, Ana María Shua, Marcelo Cohen, César Aira, Fogwill, Daniel Guebel y Liliana Bodoc, entre otros.

Link, para copiar y pegar, con Lista de autores y obras literarias argentinas:

Biblioteca Digital Argentina de la Fundación Noble (Clarín):

http://old.clarin.com.ar/pbda/autores.htm

Biblioteca Cervantes Virtual:

http://www.cervantesvirtual.com/bib/portal/argentina/ptercernivel6174.html?conten=autores

Paredes Juan
Editor

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