lunes, 2 de julio de 2018

Bernardo O'Higgins


"Bernardo O´Higgins" por el pintor José Gil de Castro

INTRODUCCIÓN
Bernardo O'Higgins (1778-1842), político y militar chileno, dirigió las tropas de su país en su lucha por la emancipación del dominio español, y se convirtió en el primer jefe del Estado desde su cargo de director supremo (1817-1823).

LUCHADOR POR LA INDEPENDENCIA
Nacido el 20 de agosto de 1778 en Chillán, era hijo ilegítimo del administrador colonial y militar Ambrosio O'Higgins, gobernador y capitán general de Chile desde 1788 hasta 1796, y virrey del Perú entre ese último año y 1801; y de la criolla Isabel Riquelme. Tras haber cursado sus primeros estudios en una institución franciscana y en el Colegio de San Carlos de Lima, completó su formación en Gran Bretaña (donde conoció a uno de los precursores de la independencia hispanoamericana, el venezolano Francisco de Miranda) y Cádiz (España). Retornó a Chile en 1802, un año después del fallecimiento de su padre, cuyo apellido comenzó a usar desde entonces, luego de haber utilizado el materno. Ya establecido en tierras chilenas, concretamente en la hacienda de Las Canteras, que le fue legada como herencia paterna, fue nombrado, sucesivamente, alcalde (1804) y maestre de campo (1806) de su ciudad natal. En 1810 fue subdelegado interino del partido de La Laja. Tras la caída del gobernador español de Chile, Francisco Antonio García Carrasco, organizó dos regimientos de milicias para ofrecer de inmediato sus servicios a la primera Junta de Gobierno, presidida por Mateo de Toro y Zambrano. En 1811 fue elegido diputado para el primer Congreso Nacional, y en noviembre de ese mismo año se incorporó, en sustitución de Juan Martínez de Rozas, a la nueva Junta de Gobierno, que también constituían José Miguel Carrera Verdugo y Gaspar Marín.
O’Higgins no tardó en considerar inadecuados los procedimientos de Carrera, y decidió retirarse de la Junta de Gobierno (actitud similar adoptó Marín) y volver a su hacienda. Pero desistió al conocerse el desembarco de las tropas realistas que, al mando de Antonio Pareja, pretendían recuperar los territorios chilenos. Dada esta situación, O’Higgins y Carrera se reencontraron en Talca para reorganizar el Ejército. Ante la insatisfacción generada por los primeros enfrentamientos entre las fuerzas independentistas y las tropas españolas de Pareja (Yerbas Buenas, 26 de abril de 1813; San Carlos, 15 de mayo de 1813), la Junta de Gobierno encomendó a O’Higgins la jefatura del Ejército patriota. El devenir bélico todavía empeoró para los chilenos cuando, el 4 de marzo de 1814, tropas españolas comandadas por el brigadier Gabino Gaínza (al frente del Ejército realista desde el fallecimiento de Pareja), tomaron Talca. La Junta de Santiago, alarmada, nombró director supremo al coronel Francisco de la Lastra. Después de los combates de Quilo y Membrillar, O’Higgins acordó y suscribió con Gaínza el Tratado de Lircay (3 de mayo de 1814). Desconocido el contenido de éste por ambas partes, llegó un nuevo contingente español, enviado por el virrey del Perú, José Fernando Abascal, y con el brigadier Mariano Osorio al frente, para imponer el completo sometimiento de Chile al dominio hispano. La batalla de Rancagua (1 y 2 de octubre de 1814) determinó la victoria del Ejército de Osorio, y la derrota y huida de las fuerzas patriotas. Rancagua puso así fin al primer periodo de la emancipación chilena, denominado Patria Vieja, y supuso el inicio de la llamada etapa de Reconquista española.

O'Higgins huyó con la mayoría de sus seguidores hacia Mendoza, y se unió al general argentino José de San Martín en la formación del Ejército de los Andes. Transcurridos más de dos años, varias divisiones de éste (una de ellas comandada por O'Higgins) cruzaron la cordillera por distintos pasos y derrotaron a las fuerzas realistas del coronel Rafael Maroto en la batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817). Dos días después, San Martín y O'Higgins entraron de manera triunfal en Santiago, hito que marca el inicio del periodo conocido como Patria Nueva. El 16 de febrero de 1817, O’Higgins fue aclamado director supremo interino de Chile (cargo que el cabildo santiaguino había ofrecido previamente a San Martín y que éste había rechazado).

DIRECTOR SUPREMO Y POSTERIOR EXILIO
Las principales actividades que debió afrontar O’Higgins desde su cargo fueron culminar el proceso de pacificación en el territorio chileno y, una vez lograda la plena soberanía e independencia, establecer un ordenamiento jurídico que garantizara el marco legal en el que se desenvolviera el nuevo Estado.

Independencia y pacificación
El virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, consciente de la gravedad de lo acaecido en Chile, ordenó el envío de más de 3.000 hombres al mando de Mariano Osorio. Por su parte, O’Higgins y San Martín dispusieron de forma simultánea la preparación del Ejército y la declaración oficial de la independencia chilena, proclamada en Talca el 12 de febrero de 1818 (coincidiendo con el I aniversario de la batalla de Chacabuco). Al mes siguiente, las tropas de Osorio derrotaron en la batalla de Cancha Rayada a las de San Martín y O’Higgins, el cual resultó herido en un brazo. El 5 de abril de ese mismo año, aún convaleciente, acudió al campo de la batalla de Maipú, y se abrazó con San Martín cuando las fuerzas patriotas perseguían a las últimas tropas realistas.

"El Abrazo de Maipú" del pintor Pedro Subercaseaux. 

Una de las prioridades fundamentales del gobierno de O’Higgins fue consolidar la independencia chilena en el aspecto militar. En este sentido, intentó asegurar el sometimiento del sur de Chile (en peligro por la persistencia de restos de tropas leales a España, bandidos y montoneros), el dominio marítimo sobre los barcos españoles, y la independencia del Perú (proclamada el 28 de julio de 1821). En el ámbito institucional, resultaron significativas la fundación de la Academia Militar (16 de marzo de 1817) y de la Academia de Guardiamarinas (4 de agosto de 1818).

Marco legal del nuevo Estado: Constituciones de 1818 y 1822
Consciente de la imperiosa necesidad de instaurar un orden institucional, promulgó la Constitución Provisoria del Estado Chileno en 1818. Integrada por 22 artículos, fue redactada por una comisión que él mismo encabezó. Este texto legal, al que todo ciudadano debía completa sumisión, garantizaba principios tales como la libertad y la igualdad civil, la seguridad individual, la inviolabilidad del domicilio; reconocía la libertad de los hijos de los esclavos; establecía el carácter vitalicio del cargo de director supremo; instituía el Senado (cuyos cincos miembros eran nombrados por el director supremo); sancionaba la oficialidad de la religión católica; y fijaba la división administrativa del país en tres provincias (Santiago, Concepción y Coquimbo).
Cuatro años más tarde hizo aprobar una nueva Constitución (23 de octubre de 1822), que fue redactada por José Rodríguez Aldea. En su virtud, el poder ejecutivo recaería en el director supremo durante seis años (con la posibilidad de ser reelegido por cuatro más); el poder legislativo pasaba a ser bicameral; y se creaban tres ministerios (Gobierno y Relaciones Exteriores; Hacienda; y Guerra y Marina). Pese al empeño de O’Higgins, la Constitución no incorporó la tolerancia religiosa ni la liquidación de los mayorazgos. Pese a esto último, la carta fundamental de 1822 está considerada uno de los motivos de su ulterior renuncia, debido a la presión de la aristocracia, que veía con malos ojos las pretensiones de su articulado.
Pero además, O’Higgins afrontó otro tipo de empresas, algunas de ellas innovadoras, relacionadas con la liberalización de la sociedad chilena. En este sentido, por ejemplo, habría que señalar el proceso de división de competencias entre Iglesia y Estado, en el que fueron muy significativas las disposiciones encaminadas a la secularización de los cementerios (prohibición de efectuar entierros en iglesias y conventos, construcción del Cementerio General y autorización para establecer cementerios protestantes en Santiago y Valparaíso). Asimismo, dejó acceder a la ciudadanía chilena a los españoles que la solicitaran, eliminó los títulos de nobleza, permitió la libertad para importar libros, y reinauguró el Instituto Nacional (1819) y la Biblioteca Nacional (1820).

Renuncia y exilio
Tras la promulgación de la Constitución de 1822, perdió definitivamente el apoyo de dos de los más importantes sectores de la sociedad chilena: la Iglesia católica y la aristocracia, temerosas, respectivamente, de la tolerancia que O’Higgins había mostrado hacia los protestantes, y de su intención de abolir las leyes e instituciones (principalmente el mayorazgo) que protegían el patrimonio de la clase terrateniente.
La Asamblea Provincial de Concepción, liderada por el general Ramón Freire, declaró inadmisible el texto constitucional de 1822 y se alzó incluso contra Santiago. Finalmente, O’Higgins renunció al cargo de director supremo el 28 de enero de 1823. Pocos meses después marchó a Lima, ciudad en la que falleció el 24 de octubre de 1842. Sus restos fueron repatriados a Chile en 1869, y en la actualidad reposan en el Altar de la Patria, en Santiago.

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