jueves, 12 de octubre de 2017

El Príncipe Lautaro



Lautaro (c. 1534-1557), caudillo araucano, héroe nacional de Chile por la lucha que sostuvo contra los conquistadores españoles, y uno de los protagonistas de la epopeya La Araucana, del escritor español Alonso de Ercilla.
Hijo del cacique Curiñanca, nació en algún lugar de las selvas del Carampangue y del Tirúa. Hacia 1550 ejercía de mozo de caballería al servicio de Pedro de Valdivia, con el nombre de Alonso. Tres años después, movido por su odio a los conquistadores, huyó y encontró refugio entre los indios araucanos, a los cuales organizó e inició en la lucha contra los españoles. En diciembre de 1553 atacó el fuerte de Tucapel y lo destruyó. Valdivia, que acudió en auxilio de los españoles, fue derrotado y resultó muerto a manos de las fuerzas del caudillo mapuche Caupolicán y del propio Lautaro. Éste continuó su lucha y el 26 de febrero de 1554 venció a Francisco de Villagra, sucesor de Valdivia, en la batalla de Marigüeñu. Saqueó la ciudad de Concepción, atravesó el río Maule en dirección a Santiago y llegó hasta el río Mataquito. En la ribera sur de éste fue derrotado por Villagra en la batalla de Peteroa (29 de abril de 1557), en cuyo trascurso murió. Su cabeza fue llevada a Santiago y expuesta en una picota colocada en la Plaza de Armas.
Existe unanimidad entre los estudiosos respecto al genio militar de Lautaro. Además de organizar y conducir a su ejército nativo, inspiró todo un “arte militar araucano”, inventando nuevas armas y estableciendo modalidades bélicas vinculadas a la guerra de guerrillas (ataques por sorpresa, fortificaciones de campaña, aprovechamiento del terreno).


"El Joven Lautaro por el artista Pedro Subercaseaux."


Fuente del texto:  
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Paredes Juan
Editor 

El General Belgrano y el Héroe americano George Washington





Prólogo a la traducción del Discurso de Despedida al Pueblo de Los Estados Unidos  de George Washington, por el General Belgrano: 

“El ardiente deseo, que tengo de que mis conciudadanos, se apoderen de las verdaderas ideas, que deben abrigar si aman la patria, y desean su prosperidad bases sólidas y permanentes, me ha empeñado a emprender esta traducción en medio de mis graves ocupaciones, que en tiempos más tranquilos la había trabajado, y se entregó a las llamas con todos mis papeles en mi peligrosa y apurada acción del 9 de marzo de 1811 en el Tacuarí.
Washington, ese héroe digno de la admiración de nuestra edad y de las generaciones venideras, ejemplo de moderación, y de verdadero patriotismo, se despidió de sus conciudadanos, al dejar el mando, dándoles lecciones las más importantes y saludables, y hablando con ellos, habló con cuantos tenemos, y con cuantos puedan tener la gloria de llamarse americanos, ahora, y mientras el globo no tuviese ninguna variación.
Su despedida vino a mis manos por los años de 1805, y confieso con verdad, que sin embargo de mi corta penetración, vi en sus máximas la expresión de la sabiduría apoyada en la experiencia y constante observación de un hombre, que se había dedicado de todo corazón a la libertad y felicidad de su patria.
Pero como viese la mía en cadenas, me llenaba de un justo furor, observando la imposibilidad de despedazarlas, y me consolaba con que la leyesen algunos de mis conciudadanos, o para que se aprovechasen algún día, sí el Todopoderoso los ponía en circunstancias, o transmitiesen aquellas ideas a sus hijos para que les sirviesen, si les tocaba la suerte de trabajar por la libertad de la América.
Un conjunto de sucesos que no estaban al alcance nuestro, pues vivíamos sabiendo únicamente lo que nuestros tiranos querían que supiésemos, nos trajo la época deseada, y por una confianza que no merecía, mis conciudadanos me llamaron a ser uno de los individuos del gobierno de Buenos Aires, que sucedió a la tiranía.
Las obligaciones no me daban lugar a repasar la traducción, para que se imprimiese, ya que teníamos la gloria de poder comunicar los conocimientos, y que se hicieran generales entre nosotros, y creído de que en la expedición al Paraguay podría haberla examinado y concluido, tuve la desgracia que ya he referido.
Mas observando que nadie se había dedicado a este trabajo, o que sí lo han hecho no se ha publicado, ansioso de que las lecciones del héroe americano se propaguen entre nosotros y se manden, si es posible, a la memoria por todos mis conciudadanos, habiendo recibido un librito que contiene su despedida, que me ha hecho el honor de remitirme el ciudadano don David C. de Forest, me apresure a emprender su traducción.
Para ejecutarla con más prontitud me he valido del americano doctor Redhead, que se ha tomado la molestia de traducirla literalmente, y explicarme algunos conceptos; por este medio he podido conseguir mi fin, no con aquella propiedad, elegancia y claridad que quisiera, y que son dignos tan amplios consejos; pero al menos los he puesto inteligibles, para que mejores plumas les den todo aquel valor, que ni mis talentos, ni mis acciones me permiten.
Suplico sólo al gobierno, a mis conciudadanos y a cuantos piensen en la felicidad de América, que no se separen de su bolsillo este librito, que lo lean, lo estudien, lo mediten, y se propongan imitar a ese grande hombre, para que se logre el fin que aspiramos, de constituirnos en nación libre e independiente”.
Manuel Belgrano, Alurralde, 2 de febrero de 1813.
Fuente del texto en la Biblioteca Digital Trapalanda: 

Paredes Juan
Editor 

San Martín y la Política del Gobierno Inglés



Carta del General San Martín a Lord Thomas Cochrane , XII Conde de Dundoland.

«Lima, agosto 20 de 1821.


Mi estimado amigo:

Su apreciable de ayer me hace conocer que la franqueza de sus sentimientos sólo es igual al interés con que mira la causa del país y particularmente el acierto en la        dirección de los negocios que tengo a mi cargo.

Yo no puedo ver la suerte y la opinión de usted sin el mismo grado de aprecio que usted mira todo lo que me pertenece.

 Conozco cuánto ama usted la gloria, y no puedo menos que simpatizar con los deseos que tiene de aumentar la que ha adquirido.

 Usted no debe dudar que contribuiré a ello eficazmente y que es muy vasto el campo que aún nos queda que andar, particularmente a usted.

 Ojalá que las empresas en que se versan tan grandes intereses no exijan cierta lentitud que no está de acuerdo con nuestro ardor de perfeccionarlas todas.
 Crea usted, milord, que nada me desviará de estos sentimientos y que la suerte de Lord Cochrane será la del general San Martín.

 Espero que en las contestaciones de usted con el comodoro Hardy todo se allanará de un modo satisfactorio a ambos; entiendo que él es capaz de guardar a nuestro pabellón todos los miramientos que exige la justicia, o sea la política del Gobierno inglés; sobre todo yo confío en la circunspección de usted.

 No dude jamás, milord, de la sincera amistad y aprecio con que soy su afectísimo.

 Firmado:

JOSÉ DE SAN MARTÍN».

Esta Carta de San Martín a Lord Cochrane, refleja claramente como San Martín vino a aplicar la política británica al Río de la Plata,  Chile y Perú.

La fuente de la misma la extraigo de la Biblioteca Cervantes Virtual: 
"Memorias de Lord Cochrane" 


Paredes Juan
Editor